miércoles, 30 de diciembre de 2009

Pelotillas

Pipo era un osito de peluche. Un osito tan mimoso y tan suave que recordaba a Mimosin. Pipo era el osito de Sophie. Sophie era una pequeña niña soñadora que adoraba a su osito de peluche, Pipo. Además, era la niña más pelirroja, más linda y con más miedo a la oscuridad que Pipo había conocido jamás. Pipo nunca dejaba sola a Sophie, estaba totalmente entregado a ella y siempre intentaba complacer a su querida niña.

El día para Pipo con Sophie comenzaba desde temprana hora de la mañana dónde veían juntos los dibujos, esperaba a su lado en el desayuno, iban jugando de camino al colegio… Cuando Sophie estaba en clase, Pipo aguardaba impaciente en la mochila (a veces aplastado entre los rotuladores y el libro de lecturas) a que sonara la campana del recreo para poder disfrutar con ella de ese rato. Era tan feliz…

Y las tardes… las tardes con Sophie eran siempre una aventura! A veces las pasaban en el parque jugando en los columpios y aunque Pipo les tenía pánico porque padecía vértigo se sentía extrañamente seguro cuando Sophie lo aferraba con sus frágiles y delicados brazos.
Otras veces se quedaban en casa y Pipo embelesado la admiraba mientras ella hacía los deberes o coloreaba… El osito siempre hacía lo que Sophie decidiera, incluso permitía que le pusiera vestiditos de princesa y durante unas horas se convertía en una osita emperatriz llamada “Sissi”. Aún así, maquillado y enlazado a un peluche hipopótamo que se hacía pasar por el emperador “Francisco José” era feliz por complacerla.

Pero, sin duda, el momento del día preferido de Pipo era cuando yacía tumbado al lado de Sophie mientras el mundo de los sueños venía a recogerla. Esos minutos o, con suerte, horas en donde ella lo abrazaba fuerte, fuerte, tan fuerte que casi no podía respirar Pipo estaba realmente feliz y pletórico. Sonreía en la oscuridad.

El osito siempre quiso decirle tantas cosas a Sophie pero no podía, no sabía… le hubiera encantado decirle todo lo importante que era para él, lo mucho que la necesitaba y, sobre todo, cuanto la quería.

Con el paso del tiempo, su piel de peluche suave y brillante fue desapareciendo dejando paso a las “pelotillas”. Pero para Pipo no eran simples pelotillas, eran marcas, cicatrices fruto del amor y devoción que tantos años demostró a Sophie.

Una mañana Sophie vio los dibujos sin Pipo y fue al cole sin él. Tampoco fueron juntos al parque, ni jugaron, ni tomaron el té. Sophie dejó de necesitarlo, para ella en Pipo ya no veía a ese compañero de juegos, paseos, tardes de lluvia… Empezó a ver un peluche viejo, castigado por el tiempo, un peluche feo lleno de pelotillas que ya no le aportaba lo que ella necesitaba.

Y entonces un día la niña, su niña, apareció con un nuevo peluche, un peluche suave y brillante, como aquellos gloriosos años de Pipo. Este osito incluso, emitía una luz roja por la nariz y decía frases como “Te quiero”, “¿Quieres jugar conmigo?” o “Dame un besito”. La niña estaba inmersa en otro mundo, alegre, correteaba con su nuevo compañero de juegos llamado Fofi de un lado a otro. Sin duda, lo había olvidado.

Aquello destrozó a Pipo. ¿Qué iba a ser de él? Su vida era Sophie, se había entregado íntegramente en cuerpo y alma. ¿Y ahora? ¿Ahora qué? Ahora Sophie no estaba, era cómo si Pipo no hubiera existido para ella. ¿Cómo era posible? ¿Qué había hecho mal?

Estaba eclipsado por Fofi y comenzó a pensar que todo había sido culpa suya.¿Quizás porque no le supo explicar su amor? No se esforzó suficiente y, por el contrario, Fofi si es capaz de decirle “Te quiero”. Pero, ¿Cómo no se da cuenta Sophie? Él ha estado siempre junto a ella y uno nuevo puede decirle muchos “Te quiero” pero no se lo ha demostrado, no lo ha dejado todo por ella, no la cuidó y le sirvió de pañuelo cuando estaba enferma, no veló por ella todas las noches, no ha estado siempre a su lado… Asi que no. No, no, Pipo supo que ese no podía ser el motivo y que probablemente fuera porque él no puede alumbrar a Sophie con su nariz por las noches para protegerla de sus miedos y porque ya no es tan nuevo, suave y bonito como Fofi. Sí. Seguro que era eso. Presintió.

Y, relegado a una estantería con viejos trastos, Pipo, continuó reflexionando: Sophie con el tiempo se había cansado de él, de sus pelotillas. Ya no soportaba sus fallos, ni sus manías. Daba igual lo que él hiciera. “Eso” se fue. “Eso” que hacía que Sophie quisiera hacer todo con él y sólo con él, desapareció. “Eso” ahora lo sentía por otro osito, pero… ¿Y luego? Dentro de un tiempo a Fofi también le saldrán pelotillas, le dejará de funcionar la nariz con luz, Sophie se cansará y “Eso” se irá también.

¿Entonces? ¿En eso consiste el amor? En esperar a que salgan pelotillas y, ¿luego renovar? En un desfile de ositos de peluche, un continuo borrón y cuenta nueva… Pero, ¿Se quedará Sophie con algún osito para siempre? ¿O todos son caducos? Una tremenda tristeza invadió a Pipo. Recordó toda su vida, recordó a Sophie. Una lágrima recorrió su carita de peluche y todo se apagó.

4 Sueños:

Princesa griega dijo...

Algun dia Sophie aprenderá a querer a su osito, por muchas pelotillas que le puedan salir... Le parecerá el peluche mas suave del mundo, o así lo verá ella.

Edamal dijo...

Sophie conocerá a su osito y se dará cuenta que a ella también le saldrán pelotillas, que el amor es eterno en algunos ositos y... seguramente se acuerde de Pipo, lo recordará con todo el amor que él le dió a ella.
Me ha encantado tu entrada

Besos wapa

Lele_caps dijo...

Te quiero mucho mi niña

Paloma dijo...

Supongo qu el amor verdadero es cuando se ama, no solo la suavidad, sino tb las pelotillas.

sibiiii!!! escuchas mi voz?? me oyes desde tu isla??